31 octubre 2007

Gilipollas y Macroeconomía

Lo has oído millones de veces, conoces la arenga de sobra. Se lo escuchaste a tu jefe, a tu suegro, quizá fue tu abuelo. El vomitivo, repugnante y conocido discurso del hombre hecho a sí mismo: «Yo empecé desde cero, sin ayuda de nadie y con tremendo sacrificio e indescriptibles esfuerzos conseguí abrirme camino hasta llegar a donde he llegado. Cuando todos terminaban su jornada laboral y escapaban sin mayor preocupación, yo debía quedarme hasta las tantas para revisar los albaranes, las nóminas, los pedidos… velando siempre por que el barco fuera a buen puerto. De forma honrada, desde abajo y con ayuda de Dios, ahora tengo una empresa con 10 trabajadores y 5 furgonetas propias, mis hijas van a un buen colegio, tengo dos pisos y un chalet con piscina.»

La versión ibérica y cañí del sueño americano tiene muchas caras pero el anterior ejemplo bien podría ser válido. La verdad, este tipo de individuos me produce convulsiones y dilatación de las pupilas. Me entran ganas de darle unas monedas por respirar su mismo aire o como diezmo por usar su piscina. Lo peor son los nuevos ricos, el espectáculo es grotesco. Suelta el discurso ataviado con una camisa chillona, evidentemente con los tres últimos botones desabrochados para que todo el mundo pueda ver ese cordón de oro del grosor de una salchicha adornado con la cabeza de un cristo del tamaño de una pelota de tenis. Entran ganas de gritarle que con tanto dinero bien podría pagarse un asesor de imagen pero rechazas la idea porque sabes que sería inútil, sólo sabe escucharse a sí mismo, es su hobbie favorito. Créanme, sé de lo que hablo, he trabajado a sueldo para la pequeña y mediana empresa durante muchos años. Mi jefe seguía las normas; vivía en un chalet en las afueras con piscina, llevaba a sus hijos a un colegio privado, conducía un Audi, esnifaba cocaína, se iba de putas, su salón era presidido por un enorme mosaico de azulejos que formaban la senyera, era forofo del Valencia C.F. y por supuesto en el jardín de su casa podías encontrar enanos de porcelana, lo de los enanos es sin lugar a dudas lo más lo más terrible. Una tarde camino de su chalet, un compañero me decía que, ¿qué te apuestas a que tiene enanos en el jardín? como el encargado de la peli Full Monty. Efectivamente, tuvimos que aguantar estoicamente las carcajadas cuando al entrar en el jardín vimos esparcidos estratégicamente varios enanos de porcelana que parecían haberse escapado del cuento de Blancanieves. No sabía apenas escribir ni hablar sin dar patadas al diccionario pero gracias a todo tipo de chanchullos, triquiñuelas y despropósitos como era robarnos los puentes o no pagarnos la hora extra que hacíamos todos los días del año por la cara, podía permitirse el Audi, la piscina y las putas. Evidentemente más de la mitad de sus ingresos provenían del dinero negro, indiscutiblemente el verdadero motor de la economía española.

El sueño español existe, es una realidad tangible. Cómo explicar si no, el ascenso vertiginoso al mundo de las finanzas corporativas de verdaderos analfabetos integrales como mi jefe, Jesús Gil o recientemente Paco el pocero, pocero porque empezó limpiando alcantarillas. No es malicia ni falacia, este señor afirma que apenas sabe leer y escribir, algo que no le ha impedido convertirse en una de las mayores fortunas de España, su yate es más grande que el de S.M. el Rey Don Juan Carlos.

Obviamente el paternal y efectista discurso del luchador y sobre todo el «honrado» hombre hecho a sí mismo, queda en entredicho si por casualidad conoces la otra cara de la moneda. En la mayoría de los casos, esa supuesta integridad, rectitud y honradez se va al traste cuando hablas con cualquiera de sus trabajadores asalariados: «menudo cabrón, me echó por pedirle que nos pagara las horas extras», «no paga los desplazamientos ni las dietas», o el legendario «a la becaria la tiene de esclava». Es obvio que las únicas maneras de hacerse millonario de forma honrada es que te toque la lotería, hacerte actor de éxito, deportista de élite (siempre que sea tenis, fútbol o golf) pues un verano estuve descargando y montando escenarios con el poseedor del vigente record de España de 60 metros valla pero la noche y el rock n rol llevaron su vida por otros derroteros. También puedes hacerte escritor, científico o prestigioso cirujano, cantante de boleros, compositor de sonatas y óperas, pintor… Todos ellos oficios o formas de hacerse millonario sin que a primera vista encontremos infracciones de tipo moral o sobre todo de carácter legal o judicial. Si los futbolistas ganan auténticas barbaridades puedes no ir a los campos, cambiar el canal cuando aparezca un partido en la tele o montar una organización para alertar a las masas del peligroso riesgo de alienación y aborregamiento que provoca el fútbol en el individuo pero ni te roban, ni te explotan, ni pisotean tu dignidad como ser humano, algo verdaderamente a la orden del día en el tenebroso y sombrío universo de la empresa privada. De hecho apuesto aquí y ahora, a que nadie es capaz de presentarme una empresa que gane más de un millón de euros al año y que no viole de forma sistemática los derechos de sus trabajadores, en la mayoría de los casos si los trabajadores callan, es obviamente por mantener su puesto de trabajo, conscientes de que otro más necesitado en la cola del paro, acudirá en su lugar tras un breve chasquido del jefe. Que para llegar a millonario es necesario carecer de ningún tipo de escrúpulos, es lo que demostraré de forma objetiva a lo largo de este capítulo. No llegaré a la conclusión basándome en la teoría marxista del robo que sufre el trabajador (plusvalía) por su trabajo no retribuido. Tampoco lanzaré diatribas románticas llenas de utopía en las que pedir el cese de la explotación del hombre por el hombre. Partiré de la base de que el ser humano en general es gilipollas y como tal da por hecho que tiene que haber explotados y explotadores, que los dueños de los medios de producción no trabajan pero al haber invertido el capital pueden permitírselo, que para la empresa privada lo primero y más importante siempre son los beneficios, por supuesto dentro de los parámetros que marca la ley. Agarrándome a esos parámetros legales, es decir el artículo 38 de nuestra constitución en el que se reconoce la libre empresa en el marco de la economía de mercado y agarrándome también a la Ley del Estatuto de los Trabajadores, pondremos en evidencia las prácticas delictivas de las más importantes e influyentes empresas españolas, muchas de ellas consideradas modelos de estudio en la facultad de económicas o aparentes ejemplos de verdadera tenacidad y astucia empresarial y financiera. La cosa se comprueba de una manera bien sencilla, únicamente debes tener el convenio en la mano y preguntarle al trabajador si se cumple, es lo que he hecho.

La verdad sea dicha, en este país estamos acostumbrados a ver como auténticos mitos y modelos empresariales se hunden por su propio peso, o por su propio robo mejor dicho. Mientras escribo estas líneas el prototipo de ejecutivo por excelencia, el anteriormente laureado y admirado, ahora delincuente Mario Conde, continúa entre rejas en la prisión de Alcalá Meco. Dios ¡este señor daba conferencias en las universidades y asesoraba muy caros másters de económicas! Espero que durantes sus clases no impartiera métodos y técnicas para sustraer dinero ajeno y eludir a la Hacienda Pública porque entonces tendríamos un serio problema en estos años venideros, cuando los antiguos alumnos, ahora convertidos en engominados trepas, ocupen inexorablemente puestos de dirección financiera.

Otro delincuente antaño ilustre y respetado economista es Mariano Rubio, ex gobernador del banco de España, célebre por su atraco bolígrafo en mano en el caso Ibercorp, perdón por lo de atraco, lo correcto es malversación o apropiación indebida, los ricos no atracan sólo malversan. Lamentablemente la ley actúa únicamente cuando el atracado es el propio Estado o la Hacienda Pública, los constantes atracos y robos que sufren los trabajadores por parte de las empresas cuestan más de demostrar y las instituciones apenas toman cartas en el asunto al tratarse de cifras completamente ridículas comparadas con los desfalcos de estos chorizos corporativos, de hecho el número de Inspectores de Trabajo también es completamente ridículo si lo comparamos con el de Inspectores de Hacienda. Comisiones Obreras pide triplicar el número de Inspectores de Trabajo para llegar a la media europea y así quizá, evitar alguna de las 15.000 muertes anuales provocadas por enfermedades relacionadas con el trabajo que se producen en este país. Pese a que estamos en posesión del índice más alto de siniestralidad de toda la Unión Europea, los (tenues) esfuerzos, se centran en cazar al que estafa un millón de euros, no al que no paga las horas extras a sus trabajadores o no cumple las normas de seguridad e higiene. Puede parecer increíble pero la siniestralidad no es que se reduzca, es que ha aumentado un 90% en los últimos 10 años. 1.352 trabajadores fallecieron en el año 2006 por culpa de accidentes laborales, es decir, 3,7 trabajadores por día, te puede tocar a ti mañana, el porcentaje es escandalosamente alto. Lo que nos conduce a pensar que para las instituciones, importa más cazar a un yupi con cuentas en Zurich que a un empresario responsable de la muerte directa de trabajadores. Aunque pueda parecer vil y macabro, las muertes flexibilizan el mercado laboral, se han convertido en un elemento más, necesario y habitual como las subcontratas, la temporalidad o los materiales baratos, igual de imprescindibles que la inflación o el paro, una elevada tasa de siniestralidad es básica para el buen funcionamiento del engranaje capitalista. Huelga recordar que la mayoría de estas muertes son evitables, provocadas en casi su totalidad por precarias y obsoletas medidas de seguridad y las escasísimas inspecciones de trabajo que se realizan. Lo que voy a narrar puede parecer humor negro o sencillamente pura desfachatez pero en mis más de cinco años como instalador de gas y calefacción (trabajábamos mucho en obras) únicamente una sola vez, conseguí ver a un inspector de trabajo, ese funcionario misterioso (por sus pocas apariciones) que no debéis confundir con el especialista en riesgos laborales contratado por la propia empresa y sin la más mínima capacidad para sancionar, ¡¡si está en nómina!! Es el asesor de la empresa que las instituciones obligan a contratar por ley, una clara maniobra para privatizar la seguridad e higiene en el trabajo, genial.

Está muy bien que el gobierno incremente el número de Inspectores de Hacienda, a fin de evitar escándalos como la operación malaya o similares, tan propios en nuestro país de pandereta y charanga. De la misma manera, instaría al señor Zapatero, al que por cierto le recuerdo que una de las palabras que aparece en las siglas de su partido es Obrero, a que hiciera caso a las centrales sindicales y triplicara el número de Inspectores de Trabajo. Sé que triplicar puede sonar pedir el cielo ZP pero tan sólo sería equipararnos a la media europea. Sé que eres un europeista convencido como bien nos demostraste durante la invasión de Irak, por ello estoy seguro de que tras mi petición intentarás emular a tus colegas germanos y franceses en lo referente a la eficiencia y el número de Inspectores de Trabajo. Estar en posesión de un Miró en el baño es ciertamente grotesco, nuestro número de muertos en accidentes laborales, es verdaderamente un crimen.

Sea un yupi estafador, sea un nuevo rico explotador perteneciente a la mediana empresa o sea un gobierno socialista que permite un índice de siniestralidad tan terrorífico, los escrúpulos brillan por su ausencia. También hago un especial llamamiento por si algún Inspector de Trabajo está leyendo estas líneas, sé que es duro, sé que no puedes estar en todas partes, sé de sobra que te gustaría tener más compañeros de tu categoría profesional, que te sientes muy solo pero si algún día encuentras un hueco, ruego que te pases a hacer una visita por alguna de las empresas que vienen a continuación y a las que me gusta llamar por su nombre y apellidos: delincuentes, lejos de formalismos y cortesías vanas, lo siento, quizá fueron aquellos años a pie de obra. Quizá no desfalquen millones de euros a la Hacienda Pública (de momento) pero el desfalco se produce con sus trabajadores, constantes víctimas de la codicia desmesurada de sus jefes, verdaderos depredadores carentes de moral que jamás tienen suficiente, violadores perpetuos de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, además de diferentes artículos de La Constitución referentes a la libertad individual. Hienas al acecho del dinero, la plata, la guita, el money, la panoja… Comienzo con mi particular lista de forajidos:

FICHA POLICIAL

Nombre: Inditex

Fecha de Nacimiento: 1975

Volumen de negocio: 2.039 millones €

Capo en funciones: Amancio Ortega

Hobbies: el trabajo, la hípica

Cargos: Contratación de mano de obra semi esclava en países tercermundistas. Trabajo infantil. Incitación a la anorexia. Explotación de sus esculturales dependientas a las que se hace trabajar hasta 15 horas seguidas. Red de talleres textiles por toda la geografía gallega en condiciones propias del siglo XIX.

La falda color beige

Mónica acaba de cumplir dieciocho años, está feliz, exultante. Esta noche ha quedado con sus amigas y compañeros de instituto para celebrarlo en una conocida zona de copas de Valencia. Vendrá ese chico que tanto le gusta y quizá esta noche se decida a dar el paso. Ahora se encuentra con su madre en el interior de un probador, ésta no mamá, tráeme una talla menos. En el interior del probador encontramos a los típicos novios percha, cargados de decenas de prendas, saberse rodeados de chicas desnudas les pone nerviosos y no saben hacia donde mirar por lo que se miran el uno al otro con una media sonrisa cómplice. La madre de Mónica también va cargada de prendas arriba y abajo, piensa que cuando ella era joven no teníamos tanto donde elegir ni las chicas de diecisiete años se vestían tan provocativas. Los tiempos cambian muy deprisa, quizá demasiado deprisa. Mónica se decide por una falda tal vez demasiado corta a juicio de su madre y por un suéter beige a juego. ¿No es monísimo? Mientras hacen cola para pagar, la música sigue sonando estruendosa, acelerada. A su madre le duelen los pies después de tantas horas recorriendo el centro comercial arriba y abajo pero tendrá que esperar un poco más, la cola para pagar en caja es de titánicas dimensiones. Muchas gracias mamá. Mónica ya está en la cena con sus amigas y amigos de clase, el chico que le gusta no le quita el ojo, el idota nunca me había mirado así, será la falda. Después de 5 canciones de moda y tres chupitos que le supieron a matarratas, Mónica se funde en un beso largo y profundo con el chico que tanto le gusta y le ha invitado a dos de los tres chupitos. La vida puede ser maravillosa; Zara es la amiga que nunca falla.

Julia lleva siete horas sin poder sentarse, le duele la cabeza pero más le duelen los pies. En realidad lo que más le duele es la perpetua sonrisa de lata que debe durar todo el día. Su hermano, un hippie universitario, le dice que está prohibido estar tantas horas seguidas atendiendo, que tiene derecho a un descanso por ley. Sí claro, díselo a la encargada. La universidad. ¿Por qué razón dejó el instituto y no hizo la selectividad? Al principio eso del dinero estaba bien; ropita, caprichos, alguna rayita de coca… Un grupo de chicos sonríe como orangutanes mientras Julia dobla prendas. Babosos de mierda…. Al principio le hacía sentir bien pero ahora no lo soporta. Julia mira el reloj, la música sigue sonando precipitada y estruendosa. Oye, sácame una talla menos. Rápido, la sonrisa de lata: en seguida, un momento. Entra en el almacén. Le gustaría que ardiera, llegar mañana y que todo hubiera sido devorado por las llamas hasta convertirse en un amasijo de escombros y humo. Aprovecha para sentarse unos segundos, consciente de lo que ocurriría si la pillara la encargada. Que se joda, pa la mierda que me pagan… La universidad… quizá no es demasiado tarde. Julia vuelve a reconstruir su tantas veces practicada sonrisa de cartón piedra: aquí tienes. Julia sigue doblando faldas color beige. Lleva 8 horas y media sin descansar ni comer. El ambiente está cargado, sus pies ya no lo aguantan más. Julia vuelve a mirar el reloj. El maquillaje le pesa kilos. Julia le dice a Mónica que la falda beige le queda muy mona, nos las están quitando de las manos, por supuesto sin perder la sonrisa de lata. Por fin dan las diez. Cuando desaparece la masa el ambiente se torna más respirable. Ahora debe recogerlo todo y dejarlo listo para mañana, es domingo pero ahora los centros comerciales abren muchos domingos al año, la brutal competencia capitalista le dice su hermano el hippie universitario. Julia no sabe nada de competencia y capitalismo, lo que sabe es que esta noche va a agarrar una cogorza monumental, celebra su dieciocho cumpleaños. Mañana entra a las tres de la tarde y seguro que tiene resaca pero ahora prefiere no pensar en ello. Las amigas la esperan en el bar donde han reservado mesa para diez. Seguro que lo pasamos genial o quizá no. Quizá sea más de lo mismo, emborracharse, contar las anécdotas de siempre y aguantar a los babosos habituales. El año que viene se va a operar las tetas, lleva año y medio ahorrando para ello. Bien que me lo he currao. Las luces en Zara se apagan. Julia tiene sino una vida, toda una noche por delante. Es que vas a unos sitios… le dice su hermano. Mañana será otro día.

Sur de Tánger, Marruecos. Tres días antes:

Yasmina se ha levantado a las cinco y media, el día da sus primeros pasos. Yasmina debe recorrer cerca de cuatro kilómetros a pie para llegar al taller textil donde trabaja. El techo bajo no supera el metro noventa, la sensación claustrofóbica es asfixiante. Sentada frente a su máquina de coser piensa que Dios la ha castigado por darle un marido que no la quiere. Se fue de casa, abandonándola a ella y a su hijita de año y medio, ahora en casa de unos tíos. A su derecha se amontonan montones de tela color beige. La faja apretada alivia muy ligeramente su constante dolor de espalda, son demasiadas horas seguidas sentada. Yasmina pide permiso para ir al lavado, tiene la regla. En el interior del insalubre retrete se baja las bragas manchadas y se cambian el pañal, en Marruecos no hay tampones ni compresas, no para chicas como Yasmina. Se sienta de nuevo frente a la máquina y cose, es algo mecánico, podría hacerlo con los ojos vendados. Mira de reojo al joven que viene y va cargado con fardos de tela. Yasmina se siente muy sucia, su marido hace un año que se fue y alguna noche se toca en la oscuridad de su dormitorio. Se siente culpable a los ojos de Dios. Yasmina sigue cosiendo. Sueña con una vida distinta en un país lejano donde haga frío, donde las chicas se pinten la cara. Sus dos hermanos mayores cruzaron el estrecho. Yasmina sigue cosiendo. Vuelve a mirar al joven apuesto que trae y se lleva los fardos de ropa. Sabe que es inútil, fue repudiada por su marido, sabe que está condenada, que no hay nada que hacer, sólo seguir cosiendo. No seas tonta, quita esas ideas de tu cabeza. Oscurece, el día llega a su fin, lo sabe porque su espalda no lo soporta más. Cose su última falda. Se pregunta cómo será la chica que la lleve puesta, seguro que le queda muy bien, seguro que parece una princesa. De regreso a casa Yasmina recuerda de repente que hoy es su cumpleaños, su dieciocho cumpleaños, piensa ingenua, que si las faldas pudieran llorar, el estrecho entero estaría desbordado.

Este fiel reflejo del actual sistema globalizador/capitalista que hace babear a los más duchos pensadores y firmes defensores del neoliberalismo más depredador, no pretende sacar los colores ni dejar en evidencia al señor Amancio Ortega. Este señor presume de haber forjado su imperio a base de comprobar in situ, el funcionamiento de sus tiendas y fábricas. Cuenta la leyenda que el propio Amancio pasea de incógnito entre sus establecimientos para tenerlo todo atado y bien atado por lo que seguro que sabe que muchas de sus dependientas hacen jornadas laborales propias de la Inglaterra del siglo XVIII. Recientemente aparecía en El País un artículo en el que se narraba cómo este septiembre, Marta Ortega, hija del magnate, pasará a ser una anónima empleada en alguna de las 445 tiendas Berska, conocida marca del imperio Inditex. Atenderá al público, doblará prendas, controlará pedidos… Así, a pie de obra, comenzará la formación y el aprendizaje que durará años, con el evidente objetivo de tomar en un futuro el relevo de su padre al mando del imperio. El anuncio se hacía en la fiesta en la que Marta, en compañía de sus compañeros de clase (algunos de ellos hijos de notables hombres de negocios coruñeses) celebraba su dieciocho cumpleaños.

Querido Amancio, esto no es un ataque a tu persona ni a tu multinacional, se trata sólo de un sabio consejo con el que ayudarte a perpetuar la continuidad del imperio: Si de verdad quieres que Martita conozca los entresijos y funcionamiento de la firma verdaderamente desde el peldaño más bajo, deberías ponerla a trabajar en alguna de tus fábricas en Marruecos o Suramérica, ésas en las que se pide permiso para ir al lavabo y se cose sentada durante horas en condiciones insalubres por un sueldo con el que Martita no podría comprarse unas braguitas de encaje, las que probablemente usa cuando practica la hípica, su deporte favorito. Corres el riesgo de que la gente se enterara de que es la hija del jefe y descargara sobre ella toda la ira que profesan hacia ti y ya sabes como se las gastan en estos países tercermundistas, están un poco por civilizar. Quizá empresas como la tuya son las que les impiden civilizarse. Pero bueno, la continuidad de un imperio bien vale correr algunos riesgos ¿no? Así que sin más demora, ruego que saques a Martita de la tienda Berska donde trabaja sin descanso rodeada de música hortera y aire acondicionado y la reubiques en Tánger delante de la máquina de coser para que de esta forma conozca en carne propia, la naturaleza e idiosincrasia de imperios como el tuyo.

La semana que viene El Corte Inglés... Saludos

11 octubre 2007

Hollywood Babylonia

La factoría hollywoodiense siempre estuvo salpicada en mayor o menor medida por los escándalos y tropelías de los artistas del celuloide pero los escándalos, como todo, también tuvieron su edad dorada, esa que fue de los años treinta a principios de los cincuenta. La puritana sociedad estadounidense contempló horrorizada y perpleja como los astros de la pantalla se convertían en la encarnación del mismísimo satanás y los grandes estudios en un foco de perversión e indecencia propia de Sodoma y Gomorra. El pionero, como en muchas otras cosas, fue Charles Chaplin, sus innumerables matrimonios con jovencitas (algunas de ellas menores) salpicaron a la opinión pública, no hubo piedad y si a sus escarceos amorosos sumamos sus planteamientos izquierdistas en muchos de sus films, el linchamiento público estaba asegurado: tras un viaje al extranjero se le prohibió pisar Estados unidos, se refugió en Suiza. Por aquella época se puso en marcha el Comité de Actividades Antiamericanas, la famosa caza de brujas destinada a descubrir a todos los comunistas infiltrados en la industria cinematográfica, según palabras del propio comité: “La vida de Chaplin contribuye a destruir la fibra moral de América.” Basaban su acusación, al margen de los escarceos amorosos, en la correspondencia que el artista mantenía con el pintor Pablo Picasso y haber asistido en Nueva York a una conferencia sobre arte “ruso”, palabra tabú en la época. La sentencia fue firme, se le acusó de “pertenecer al Partido Comunista, así como de graves delitos contra la moralidad y de formular declaraciones que demuestran una actitud hostil y de menosprecio hacia el país gracias a cuya hospitalidad se ha enriquecido.”

Otro que se hizo un hueco en las revistas del corazón de la época fue el inefable Errol Flynn, el bueno de las pelis tenía muy poco de bueno en la vida real, varias acusaciones de violación a jovencitas y también a jovencitos, violencia doméstica y agresión a periodistas, componían la hoja de servicios de este reconocido simpatizante del III Reich que pese a ello, no fue investigado por el Comité de Actividades Norteamericanas, reservado para rojos y demás escoria. A los pleitos por abuso de menores y violación, hay que añadir un incurable alcoholismo y simpatía hacia casi cualquier sustancia que alterara sus neuronas. Cuenta la leyenda que en plena fiesta en una mansión en Beberly Hills, el tío Errol, se bajó los pantalones ante el estupor de todos los presentes y agarrando su miembro viril que también cuenta la leyenda estaba dotado de generosas proporciones, se puso a tocar una pieza de Chopin al piano. Murió con 50 años de un ataque cardíaco, las drogas, el alcohol y el sexo casi a diario se lo llevaron prematuramente.

No podemos olvidarnos de Robert Mitchum, ese monstruo de la interpretación y pilar indiscutible del cine negro. El talentoso protagonista de “Retorno al pasado” y “La noche del cazador” saltó a la palestra rosa debido a sus innumerables “affaires” amorosos (incluyendo Ava Gadner) e incalculables escándalos por desórdenes públicos, alcoholismo y posesión de marihuana. Este señor parecida vivir el día a día metido en la piel de cualquiera de sus personajes, sus declaraciones públicas estaban salpicadas de una sorna y un sarcasmo propias de un guión de cine negro. Muy dado a codearse con el pueblo llano, fue detenido en compañía de sus dobles (los que doblaban sus escenas peligrosas) en los más abyectos y apestosos tugurios after hours de Los Ángeles. Cuando era un completo desconocido, se presentó el joven Mitchum en un estudio argumentando que: “quiero trabajar en Hollywood, haré lo que sea, de extra, de enano, de chino, de lámpara.” Para entender mejor el carácter jocoso de este personaje baste recordar la siguiente anécdota: el actor Charles Laughton, ofrecía en su mansión una glamourosa fiesta en la que todos los invitados debían acudir disfrazados. El señor Mitchum apareció tal y como su madre lo trajo al mundo untado de mostaza y ketchup para asombro de propios y extraños, al ser preguntado de qué iba disfrazado, con su sorna particular argumentó: de salchicha, de perrito caliente. Genio y figura. Episodio que pretendo emular la próxima vez que me inviten a una fiesta de disfraces si mis numerosos perjuicios provocados por 28 años bajo el yugo patriarcal me lo permiten.

Mención merece también John Ford, el director de “El hombre que mató a Liberty Ballance” o “El hombre tranquilo” agarraba unas menopeas épicas y aparecía en el plató despotricando de todo Dios para disgusto de actores y sobretodo de productores. Perdió la visión en un ojo (de tanto mamar seguro) de ahí su característico parche de pirata, parche que intercambiaba de ojo conforme su borrachera tomaba titánicas proporciones, obviamente ya no veía con ninguno.

Podríamos seguir hasta la eternidad, Sinatra y sus vinculaciones con la mafia, el polémico topless de Greta Garbo, la bisexualidad de Marlene Dietrich, la conocida ninfomanía de Grace Kelly (cuando pienso en ello sufro erecciones violentas) las legendarias borracheras que cogían en el barco velero de Bogart, personajes como Dean Martin o John Houston, lo extraño es que el velero no se hundiera alguna noche. El productor Howard Hughes y su policía privada secreta destinada a conocer los secretos más íntimos de las actrices, llegó a colocar micrófonos ocultos con el fin de conocer los gustos e inquietudes de las estrellas para así facilitar la posterior seducción, era bastante feo además, lejos del Hughes que nos pintó Scorsese mediante Leonardo Dicaprio en la película basada en su vida “El aviador”. El alcoholismo y la pasión por la velocidad del bueno de Steve McQueen, probablemente el último gran rebelde de Hollywood y que como muestran la fotos, poco parecían importarle sus constantes detenciones.

Una edad dorada donde las limusinas se acumulaban en las puertas de mansiones, los cigarrillos de marihuana corrían de boca en boca y las jóvenes aspirantes a actriz debían abrir todo su talento (cuando no otras cosas) para conseguir el anhelado papel que las lanzara al estrellato. Estrellas del celuloide que no necesitan de la escuela Actor’s Studio para meterse en un papel. No precisan de las excentricidades de Robert de Niro o Pachino como convivir unos meses en una prisión cuando tienen que interpretar un papel carcelario: la mayoría de actores clásicos habían pisado la cárcel antes de ser estrellas. Ni encerrarse en un cuartel semanas antes de empezar el rodaje de un film bélico como hace De Niro: infinidad de actores de la edad dorada combatieron en Europa o en el Pacífico durante la Segunda Guerra Munidal. Por poner sólo un ejemplo, el británico David Niven fue condecorado piloto de la Raff por su heroicidad en combate. Como él mismo afirmaba: “Yo solo me hubiera bastado para terminar con toda la Luffwage alemana.” Actores y actrices que nunca necesitaron de ningún título que dijera que habían estudiado arte dramático, estaban hechos de otra pasta, actores que nos recuerdan lamentablemente que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Gracias Maestro

Cuando me enteré de que este año el Oscar honorífico se lo otorgaban a Ennio Morricone por toda su carrera, un escalofrío recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza, mi respiración se tornó entrecortada y no pude evitar que se los pelos se me pusieran como escarpias afiladas. Lo primero que hice cuando llegué a casa, fue poner una de sus bandas sonoras, no importaba cual. Subí el volumen, encendí un cigarrillo y me abandoné y dejé llevar a ese mundo crudo y tosco que siempre envolvió tus sobresalientes partituras. Me entraron unas ganas terribles de coger mi móvil y empezar a llamar a todos esos ingenuos que dicen amar el cine pero no soportan el western y las películas “de vaqueros” no van con ellos. La verdad sea dicha, ya me cobré mi venganza cuando para sorpresa de propios, seudo progres y asiduos a los cines albatros, la Filmoteca de Valencia presentaba un ciclo del siempre infravalorado Sergio Leone y el spaghetti western.

Se hace justicia y los cafres de Hollywood han tenido que rendirse a la evidencia. Un reconocimiento tardío que sabe a rancio, muy amargo echando un vistazo a tu vertiginosa e impoluta hoja de servicios. Miembros de la academia que nunca tuvieron vergüenza, la perdieron en sendas ocasiones cuando te negaron la estatuilla por Cinema paradiso y La misión, de juzgado de guardia. No deja de resultar grotesco que el santurrón de John Williams esté en posesión de 5 estatuillas a la mejor banda sonora (ET entre otras) pero se me olvida que Williams es un buen americano, amigo de Spilberg y no un militante del partido comunista italiano como lo eres tú, maestro. Porque no creas bandas sonoras de melosas y edulcorantes películas para toda la familia con simpáticos bichitos venidos de otro mundo que hacen volar a los niños sobre sus bicicletas; tú compones para películas incómodas, difíciles, esas películas que nos recuerdan la barbarie imperialista: La batalla de Argel, o lo duro y cruel de la realidad proletaria en La clase obrera va al paraíso, ese tipo de films en los que te sientes un gusano mientras comes palomitas. Compartías pupitre en la escuela con ese otro genio llamado Sergio Leone, una amistad que se fraguó de niños y perduró con el paso del tiempo; juntos revolucionasteis el mundo del western, un western que no se rodó en las praderas de Arizona o Texas sino en el desierto de Almería.

Gracias maestro por tu valentía, por hacer poner el grito en el cielo a los puristas que no concebían un bajo eléctrico o una batería compartiendo platea con una orquesta sinfónica. Gracias maestro porque me hubiera gustado ser agente federal en Los intocables de Eliott Ness, gangster judío en Érase una vez en América, dinamitero del IRA en Agáchate maldito, misionero jesuita en La misión, campesino comunista en Novecento y forajido y caza-recompensas en El bueno, el feo y el malo. He de confesar que cuando alguna vez dejo crecer mi barba muchos días, no es falta de higiene o pereza, es el patético intento de encontrarme cierto parecido con Eastwood en dicha película, algo de lo que tú eres el principal culpable. Gracias maestro por tus casi 500 partituras y bandas sonoras, dato que te convierte en el compositor más prolífico y longevo de toda la historia. Gracias por las lágrimas de Cinema paradiso, por hacerme soñar, por convencerme de que siempre hay unas notas dibujadas en un pentagrama apropiadas para cualquier estado de ánimo o momento del día pero sobre todo gracias por tu independencia, por tu insolencia descarada maquillada de un erudito y culto gusto por lo exquisito y refinado, por tu corte de manga a todo lo establecido o políticamente correcto del siempre bien pensante y adoctrinado Star System. Miembro de honor y por méritos propios de la leyenda negra de Hollywood, esa leyenda que reconoce el sobresaliente talento casi a título póstumo mediante los vergonzosos Oscars honoríficos por toda una carrera, premios destinados a esos artistas en el ocaso de su trayectoria y que nunca recibieron estatuilla alguna pese a estar nominados en distintas ocasiones. Oscars destinados a los rebeldes, a los no alineados, a visionarios como fueron Chaplin, Búster Keaton, Alfred Hitchcock, Cary Grant… a Kubrick no le dieron ni el honorífico pese a conseguir 13 nominaciones.

Te contaré un secreto, cuando conozco una chica y empiezo a salir con ella, le grabo un cd recopilatorio con tus mejores obras para comprobar si está dotada de la suficiente sensibilidad. Si me dice que es aburrido o el no menos recurrente le falta ritmo es que estamos condenados al más estrepitoso de los fracasos y efectivamente, un par de meses después, ella es la que me abandona alegando que soy aburrido o me falta ritmo. Gracias maestro.